miércoles, 25 de abril de 2012

ABRAZOS...

Hoy me ha escrito E. Hace casi veinte años que la conocí pero debe hacer dieciséis que perdimos el contacto. Me escribió un mail a una cuenta de correo que apenas uso. Sólo decía ¿Sigues allí?..y sí, sigo, así que hemos retomado lo que la cotidianidad fue diluyendo. E. es el polo opuesto de mi luna pero es con certeza la primera amiga que tuve en esta tierra. Hoy, para contarme algo más, me dice desde su apacible vida: fuiste la primera amiga que me abrazó. Pensaba en ello al ir a ver mi cuenta en una de las redes sociales de las que participo y hay una foto de T. que tiene 3 años. T. es el miembro más joven de la familia, en la foto está besando la cámara y quien le saca la foto dice: a T. le encantan los besos!!.

Cuando algo sucede en tu vida cotidianamente piensas que es parte de una realidad inamovible y a menudo no encuentras motivos para darle un valor especial. Eso me ha pasado siempre con el afecto expresado en el roce que doy, que damos, los de la familia. Sólo el paso de los años en esta tierra árida en expresión de afectos (no digo sentimientos) me ha hecho darle un inmenso valor a la enorme suerte de haber nacido en una familia amorosa (a pesar de los matices)...

Y entonces he estado pensando que mis padres me han enseñado tres cosas muy importantes, que son pilares sobre los que asiento mi vida. Me lo enseñaron sin pretenderlo, yo creo que no como un objetivo sino como una forma de vida que yo he copiado desde niña. (Bueno hay otra teoría para mi forma de ser pero esa para otro día)

Me enseñaron de roces y caricias y de la importancia de tocar (lo que incluía besos, cosquillas, y cualquier otra excusa para expresar lo mucho que nos querían) Era lo mejor que podían darnos.
Y como no han tenido mucho más que lo necesario, me enseñaron de humildad, del valor de las pequeñas cosas, de lo sencillo, de lo simple y nuevamente en ello pusieron lo mejor que tenían a nuestra disposición. Y  me enseñaron de esfuerzos y de logros, nada llegará si no pones empeño en ello.  


Mientras más vieja soy más ganas de abrazarles tengo y más lamento la distancia que nos separa consciente también del bien que esta nos ha hecho.

Y no es un cuento de hadas, es una más de muchas familias, pero es la mía y mi buena estrella empezó con ella.

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