viernes, 27 de julio de 2012

ANIVERSARIOS


Fue un viernes, como hoy, hace cinco años.

Vi la llamada y respiré profundo. Respiré como respiro ahora tantas veces, deseando fortaleza emocional. El juicio tenía resolución favorable. H. era, legalmente, mi hija. 

Entonces, empezó el viaje emocional hacia su encuentro. Un paso más, en una revolución sostenida que llevaba meses padeciendo, bueno, más bien disfrutando y que no acabó hasta pasados muchos, muchos meses. No fue sólo ella, también se lo debo a P. y los GG que me regalaron un tiempo intenso en compañía. 

Si el destino está escrito y existe una sincronía en las cosas que nos emocionan, fue la segunda vez en mi vida que lo sentí con tanta intensidad. La primera vez fue cuando llegue a esta tierra. F. ¿te acuerdas de las runas vikingas que me leíste en tu casa? …estaba escrito, lo racional impedía mi viaje; los oráculos, lo anunciaban. Y viajé, todo lo que estaba bloqueado encontró el lugar por el que fluir.

Seis días después de esa llamada viajé a Addis Abeba. Me acompañada el hombre de mi vida –cómo si no, iba a perderse mi maternidad!- Que grandes somos en esa relación que no tiene nombre sino certezas. 

Recuerdo el primer encuentro con H. Se me ha ido desdibujando el llanto previo tan profundo y doloroso del que alguna vez os he hablado. Con el paso del tiempo, he sabido quedarme con su sonrisa, sus brazos abiertos, sus enormes ojeras, su apetito insaciable, sus silbidos y ese ruido tan curioso que hace cuando se ríe de forma emocionada. Me he quedado con el recuerdo de sus cantos en un idioma que ya no comprende. Con su llanto por mi ausencia. Con su olor africano.

Hoy recupero en mi memoria las tormentas de todas aquellas tardes. Eso es llover, llover con fuerza, llover sostenido.  En Addis, llovía cada tarde, a veces también por las mañanas. Había un calor húmedo que se te pegaba al cuerpo y un olor tan especial. Mi mirada estaba colapsada con ese contundente cambio de paisaje humano: sus cuerpos, el color de su piel, sus rutinas y vestimentas. Sus ojos y sus sonrisas enormes. Sus ganas de vivir.

Algo más de una semana después, viajaba de regreso a Salamanca con ella en brazos, velando su sueño como todas las noches previas…Por primera vez sola en muchas semanas. Miento, no estaba sola, estaba con ella. Ella, que a partir de entonces viviría conmigo. Ella, mi responsabilidad más contundente. Ciertamente, mi primer viaje sin retorno.

Ese viaje en soledad, elegida y asumida por inevitable, me confrontó con la enorme responsabilidad que había decidido tener. Ese fue el primer momento en que sentí extrañeza. ¿Cómo se puede significar tanto en un cuerpo tan pequeño?. 

En perspectiva, todo me parece tremendamente más sencillo de lo que recuerdo haber sentido mientras lo vivía. Me miro en la distancia y tengo la certeza de tener una mejor vida desde entonces. Ella me ha dado paz interior.

Ella me genera ilusión porque me trivializa. No pienso ya en “la insoportable levedad del ser”, pienso en cómo hago para recogerla en el cole, qué hacemos de comer hoy o como la enseño a multiplicar. Ella me devuelve a lo esencial. Me hace ver que todo es prescindible –salvo nosotras-. Me recuerda que somos, a imagen y semejanza, cuando la veo ser mi espejo, y con ello asumo la responsabilidad de ser mejor. 

Ella es una piel incondicional que puedo acariciar. Es el beso de buenas noches a pesar del mal día. Y el beso de buenos días a pesar de las pesadillas de las noches.

Estamos de aniversario. P., que está despistado o se hace mayor, ha estado otra vez aquí. No puedo evitar pensarle tanto por la coincidencia de las fechas. ¿Será el azar?. Él también me trivializa. En estos tiempos de dolores externos, que te evoquen la sonrisa es un respiro.

Cinco veranos contigo. Cinco veranos sin ti. Es verdad, nada nos quita lo bailado. Lástima que siga teniendo tantas ganas de bailar. 

Hoy es nuestro quinto aniversario. ¿Bailas conmigo?





P.D. La disciplina hay que romperla, si son buenos los motivos…

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