jueves, 6 de diciembre de 2012

CON PATAS...

Como ha sido el cumpleaños de H. una amiga me ha preguntado si podía regalarle una tortuga. La verdad, no lo he dudado ni un momento, he dicho que sí. "Tortugas" pasa la estricta criba que determina quien viene a a casa a vivir con nosotros.

Vivimos en un piso pequeño así que el uso del espacio es importante. Tambien, por tiempos, a veces tenemos dificultades para cuidarnos a nosotras mismas. No podemos entonces asumir muchas más responsabilidades en el cuidado de otros. Con nuestras plantitas, que a veces notan nuestra falta de mimos, es suficiente.

Hace años vi una pelicula indiferente de las que pasan los domingos por la tarde. En ella, el terapeuta de un centro de desintoxicación,  al darle el alta a sus pacientes, les regalaba una planta y les decía algo así: cuídala, si dentro de un año está viva, estás preparado para iniciar una relación afectiva. Esa frase, sí ha trascendido en mi memoria. 

La capacidad de cuidarnos a nosotros mismos va de la mano de nuestra capacidad de cuidar a otros. Creo que cuidar a otros seres vivos, durante cierto tiempo y a cambio de nada, puede ser el paso previo a comprometernos y ofrecer garantías de relaciones humanas estables y sólidas. Por eso pienso que es importante que en la vida de los niños exista esa posibilidad de cuidar a otros. Y eso, las mascotas, lo posibilitan.

A pesar de haber crecido buena parte de mi vida entre animales, no soy de las que los quiere en casa. Siempre he tenido la excusa del tamaño de estas para no tenerlos.  Me gustán, sí, pero los prefiero en libertad. Como testigo, sin embargo, me emociona que alguien los trate como un miembro más de la familia.

Hemos celebrado la llegada de Rita (la tortuga) porque H. vive suspirando por una mascota, como vive celebrando la mayor parte de los animales. Eso sí, en la distancia. En la cercanía, les teme. Siente fascinación y curiosidad ante su presencia pero en los espacios cortos, se asusta. Se siente vulnerable ante ellos.

Rita es una bebé pero en estos días que lleva en casa no he logrado que se anime a cogerla entre sus manos. No tolera el hormigueo de sus pies e incluso noto que se pone nerviosa cuando la ve caminar sobre mi mano.

Hace algunas semanas me contó que en el colegio, un niño llevó castañas a la clase y aprovechando que estamos hablando de las plantas, hablaron del castaño y sus partes. Al llegar al fruto abrieron la castaña y tenía un gusano lo que provocó asombro (y asco) en muchos niños, pero es que H. se puso a llorar de la impresión y el miedo. Ni el gusano ni Rita pueden hacerle daño, pero ella les teme.

H. tiene una cicatriz grande en la frente. Cuando comenzaba a hablar en la lengua que compartimos y  sus recuerdos aún eran frescos, le pregunté qué le había pasado. Contestó: "La vaca". Ante mi cara de sorpresa insistió: Sí, mi vaca, me pegó con su pata cuando estábamos jugando. Ya comenté hace tiempo en esta entrada sobre aquello que suponen las ausencias en nuestros recuerdos y en cómo los llenamos. 

La vaca es la parte más estable de los recuerdos desdibujados de mi hija en esos primeros dos-tres años que no compartimos. Y a mi ciertamente me pareció siempre inverosimil que ella, en sus orígenes, tuviera una vaca. 

Hace unos meses, contacté con esta ONG . Ellos trabajan a lo largo del año, pero especialmente en verano, cerca de la localidad en la que H. nació. A través de un par de mujeres infinitamente amables y entregadas al buen hacer, he vuelto a tener un contacto directo con la familia extensa de mi hija. Por lo que me cuentan estas mujeres, es posible, incluso es más que probable, que su familia pudiera tener una vaca en casa. Si hay vaca, posible ha sido el golpe de la importante cicatriz. Si con dos años, una vaca te ha golpeado con su pata en la frente, es comprensible que le tengas miedo a todo lo que tiene patas.

A pesar de ello, la vaca también evoca sus sonrisas y su ilusión y la ha defendido en su memoria más que a los humanos que también formaron parte de ella. No tengo dudas de su deseo de disfrutar de los animales...de Rita, de los perros y gatos de los muchos amigos, de los caballos, conejos, pajaritos y gallinas que nos han rondado en estos años y de todos los muchos animales vivos y en libertad, que nos toparemos por el camino, sólo hay que darle tiempo al tiempo. El camino de regreso del miedo a veces es muy lento pero siempre es posible.

4 comentarios:

  1. ¿Sabes en qué me ha hecho pensar la historia de H.? En la película "Vete y vive". El niño de la película también tenía una vaca en Etiopía, Mandala, y también parece ser el eje central de sus recuerdos, quizás porque de sus otros afectos (su madre, su familia) tienen prohibido hablar... ¿Crees que le gustaría, que le ayudaría verla?

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    1. No lo sé. La verdad es que "Vete y vive" ha sido para mi muy especial pero aún temo verla con ella. Explicarle muchas de las cosas que pasan en la peli y que son "la mejor opción" que encontraron los protagonistas para sobrevivir al dolor. Fijate que yo pensaba como algo que nos ayudaría más, en vuestra experiencia en la granja de este verano...En todo caso que no nos falten opciones :-)

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  2. Yo la vi con B., con mucho miedo... pero él la recibió bien, la entendió bien, y la ve con avidez de tanto en tanto. Yo creo que se identifica ¡tanto!, con este niño... con sus pérdidas, pero también con lo que gana, como esta relación especial que tiene con el abuelo adoptivo y que tanto se parece a la que tiene él.

    No hay muchas películas qeu hablen de lo que les pasa a nuestros hijos, y esta se acerca mucho, al menos en el caso de B...

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    1. Ciertamente yo la vería con miedo pero, a lo mejor, sólo hay que vencerlo para vencer los fantasmas...Ya te contaré

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