sábado, 18 de julio de 2015

DE PARTO

S. ha sido madre por primera vez hace unos días. Pregunté por ella, que había tenido un embarazo tan radiante. Está bien, feliz, con su pequeño que es un santo, pero está cansada. Han sido veinte horas de parto.

En estos días recuerdo el mio. Duró casi un mes, el parto, digo. Que el embarazo administrativo duró algo más de año y medio. Mi parto es el mes que pasó entre ver la foto de la niña que me habían asignado, confirmar con todos los datos disponibles que quería ser su madre, que un juicio ratificara en una sentencia que todos estaban de acuerdo con esa decisión, ir a su encuentro y abrazarla por primera vez. Un parto.

En ese largo mes mi vida cambio para siempre. Y cada día soy más consciente de ello.

Buena parte de ese mes, que ocupa buena parte del mes de julio y los primeros días de agosto; en los últimos años lo he pasado sola pues H. está de campamento. Tengo mucho tiempo para pensar en él, sin ruido y sin obligaciones, sin horarios, con trasnochos, voces adultas, mucho cine, comidas a deshoras, caminatas, improvisando (y cada día más...). Pienso en ella claro está, pero desde la certeza de su felicidad, me dedico a recrearme en una vida solo mía para bien y para mal.

De aquel mes recuerdo la indescriptible emoción de su llegada. De su llegada con nombre y apellido. Con ese nombre precioso, sencillo, pronunciable, ante el que caí rendida sin importar los planes previos. De su celebrada llegada "es una niña", sabiendo que de haber sido niño lo quería con la misma fuerza. Recuerdo los amores con P. ajeno a toda esta historia y que sin embargo cobijó con sus brazos y su sonrisa mis horas de espera para hacerlas cortas, redescubriendo con él que finalmente las noches tenían mañanas que les seguían y que también eran mías. 

Recuerdo las llamadas, las cartas, los apoyos,...ese movimiento de afecto colectivo que me daba unas fuerzas extraordinarias para emprender ese viaje emocional que no tiene un viaje de vuelta, en el que siempre se va hacia adelante. Recuerdo la organización de los detalles del viaje y te recuerdo a ti, ahora recién estrenado como padre, acompañandome como siempre, "en la salud y en la enfermedad. En la riqueza y en la pobreza".... En la valentía y en los temores. 

Y la recuerdo a ella, desde la primera foto, ajena a mi. De gesto serio, mirada triste pero intensa...y recuerdo la siguiente, con la sonrisa más perfecta que había visto nunca, mientras se acercaba sonriente extendiendo sus brazos. Amor 1-Miedo 0. Empezamos bien.


Recuerdo ese mes y pienso en este. Pienso en P. y extraño las cosas dulces que vivimos, en ese y otros veranos siguientes. Y pienso en ti mientras te veo convertirte en mujer. Mientras veo esa enorme sonrisa de la que eres dueña, brillar y aparecer en cada una de las fotos de las ultimas semanas. Te veo crecer a pasos agigantados. Lo haces por fuera, y es justo decir, que también por dentro. Creces, como vives. Corriendo.Y yo trato de seguirte.

¿Para qué servirán un parto de veinte horas y un embarazo de tantos años?...entre otras cosas para reafirmar el amor. Porque cuando tienes a tu hijo delante (también creo que pasa con los sobrinos :-)...) la vida se relativiza, se redimensiona, se transforma o se vuelve del revés como dice mi otra amiga S. que también ha celebrado en estos días su maternidad adoptiva. Sirve para saber que vas a estar allí para siempre. Aunque a veces la vida te enseñe que puede que no sea así para todo el mundo.

En estos días, en este mes, el telediario -y mi vida- están llenos de madres. De buenas y malas madres. De las biológicas, que han hecho cosas terribles, aparentemente malas muy malas -que alguien nos cuente la parte que no sale en el telediario-. De las Adoptivas, que parecen buenas pero ¿recordais las mismas noticias? también las hay malas muy malas. 

Y finalmente de las madres subrogadas, que no sabemos aún en que lugar colocar...y yo pienso en sus hijos, en lo que ellos piensan y sienten al respecto de ellas. Pienso en las madres que les traen al mundo, en un parto breve (como la mía) o largo como el de S. En un parto biológico como el de S., o en uno administrativo como el mío, y en esos otros que lo mezclan, dejándonos un poco a la deriva en lo ético, en lo moral, en lo valido, en lo posible....

Y en todos los casos sólo espero que sus hijos, nuestros hijos, sean capaces de llegar a buen puerto. Una vida, medianamente plena y serena, sobretodo respecto a sus orígenes y su identidad. 

Y pienso en el buen puerto, porque no puedo más con mis ganas de Mar.





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